28 de nov. 2013

Un cisne anda suelto por Valencia

Al mismo tiempo que levantamos la Copa de la Liga en Wembley el pasado mes de febrero imaginé un Swansea City compitiendo en Europa, habíamos cosechado un doble acontecimiento histórico en apenas 90 minutos. Ver a los cisnes por el continente era lo único que nos faltaba por experimentar en estos años de coleccionar éxitos. Cuando nos clasificamos para la fase de grupos nunca pensé que tuviéramos oportunidad de llegar tan lejos en la competición, así que decidimos escoger el mejor de los tres partidos para viajar y aprovechar un acontecimiento que probablemente no volveríamos a ver en nuestras vidas. Por eso cuando la bola del Swansea cayó en el grupo del VCF nos pusimos a saltar por toda la sala de estar. “¡ Guau, ojalá podamos conseguir aunque sea un empate !” era el pensamiento más optimista que recorrió nuestras mentes, era el equipo más fuerte de la competición, era un viaje cómodo y un lugar perfecto para perderse un par de días, buen clima y gran fútbol. Los puntos positivos del emparejamiento eran infinitos. Visité Benidorm durante unas vacaciones escolares en 2006, sabía que estaba cerca de Valencia, así que era el lugar ideal para poder alojarse y disfrutar del momento.

De inmediato nos pusimos a planearlo todo, llamando a amigos y averiguando la fecha del encuentro. Por desgracia para muchos colegas era imposible planificar nada con apenas tres semanas de antelación, pero ahí estaba Matthew, decidido a no perderse una oportunidad que quizá no se vuelva a presentar, así que se las arregló para mentir y engañar a todo el mundo con tal de poder escaparse con nosotros. Otro compañero, Steve Davids, también se interesó por la empresa, al final,  Matt, Steve y yo, reservamos habitación en el mismo hotel y decidimos salir desde Gatwick (Londres) en el mismo avión para poder asistir al encuentro ante el Crystal Palace de regreso a casa.

Salimos a las 02:15 en autobús, para encontrarnos con nuestro vuelo de easyjet de las 11:50 del miércoles. Siendo honesto, no viajábamos muchos. Me esforcé en dormir un poco durante el trayecto, el autobús se detuvo a recoger gente en Port Talbot, Bridgend, Cardiff, Newport y Chepstow, por lo que tardamos una eternidad en llegar a Londres. Finalmente entramos en la terminal a las 08:30 de la mañana, registramos el equipaje y bebimos algo para acompañar el desayuno en un Wetherspoons. A la hora de embarcar nos topamos con la hermana de Matt, Lisa, y su amigo Paul Stanley, que también viajaban en nuestro vuelo, así que mantuvimos una pequeña charla con ellos donde les informé antes de surcar los cielos de lo que se podían encontrar en Benidorm. En el avión nos encontramos con otro viejo amigo, Owen Lewis, que es de Horsham y por vínculos familiares apoya a los cisnes, se dirigiría a Valencia nada más aterrizar para conocer a otras personas con las que mantenía contacto por la red durante años. Un par de horas más tarde, una vez llegados a Alicante, nos cruzamos con Terry Venables y varios personajes conocidos que se mostraban agradecidos al toparse con el ejercito Jack por la ciudad.

Para un viaje tan corto se requiere equipaje de mano, así que la salida del aeropuerto fue muy rápida. Cogimos un autobús, costaba 10 euros, para hacer media hora de carretera dirección a Benidorm. Una vez allí vimos a varios amigos de Steve, Gareth y Mango, juntos nos dirigimos a la ciudad para probar la vida nocturna en un pub llamado TJ - un local galés - donde muchos aficionados del Swansea afincados en la zona se congregaban para ver los partidos y las noches de Champions League. Allí hablamos con otras personas que habían viajado desde el sur de Gales, encontrándonos con un tipo llamo Mark y a su esposa, que nos confesó que su primo era el exjugador del club Lee Jenkins. De forma automática le pregunté sobre la posibilidad de contactar con él para hacerle una entrevista para el nuevo número de Swansea oh Swansea (SoS), de forma muy amable intercambiamos señas y direcciones de e-mail.

Tras acabar el partido de Champions que ocupaban las pantallas del local emprendimos camino hacia la avenida principal, tomamos un par de copas en el 'Café Benidorm' y en 'Champions' donde fuimos encontrándonos con muchos otros aficionados disfrutando de la noche. Uno de ellos tenia un extraño parecido con Jonjo Shelvey, por lo que era inevitable acercarse a él y hacerse una foto mientras imitaba la celebraciones del jugador. Aunque nos advirtió de que no las subiéramos jamás a Internet, "mi mujer no sabe que estoy aquí" dijo. No era nada extraño, poco a poco te ibas encontrando con un sinfín de personas que decían lo mismo: "Mis padres no saben que estoy aquí", "mis jefes nos saben que estoy aquí", "mi mujer no sabe que estoy aquí". Esa misma tarde escuché a un compañero de hotel relatar como le juró a su novia que viajaba únicamente acompañado por su hermano y que volaban directos a Valencia, en realidad estaban en Benidorm y acompañado por un grupo importante de personas. Espero que no se tropiece accidentalmente con este blog. Siguiendo con el tema de las mentiras, pude conocer por fin a Robert Day, había participado en la sección "Meet the Jack" de SoS la pasada temporada, contando una historia sobre como se había inventando una extraña enfermedad para escaquearse del trabajo y poder asistir al partido de copa en Anfield en 1990 y ser delatado por las cámaras de televisión. Afortunadamente no tuvo consecuencias demasiado importantes, un par de broncas y la perdida del sueldo de una semana fue lo peor que le ocurrió.

Durante horas la bebida fluyó con naturalidad, así que el ejercito Jack estaba cada vez más borracho, al final eso llevó a un grupo de unos 60 aficionados a tomar la avenida, cantando canciones, saltando y ofreciendo un espectáculo curioso durante unos veinte minutos, bajo la atenta mirada de unos turistas perplejos ante la situación. La noche dio un giro siniestro cuando Matt perdió su tarjeta de crédito, realizando una llamada telefónica en estado de embriaguez para cancelarla, fue una de las escenas más hilarantes que he podido ver en esta vida, finalmente pudo conseguir su propósito y al regresar a Reino Unido tenía una nueva esperándole. Solo por el momento de risas que nos ofreció maldecimos que no hubiera perdido alguna otra para seguir disfrutando de la escena.  A las 10:30 de la mañana nos levantamos todos con un aspecto deplorable, había que llegar al Union Jacks Bar para subirse al autobús que nos llevaría a Valencia. Tras una parada de quince minutos en una estación de servicio la puerta delantera del autobús se estropeó, no quería cerrarse, el viaje estuvo apunto de suspenderse, pero afortunadamente entre la tropa viajaban un par de mecánicos que se pusieron manos a la obra y consiguieron desbloquearla. El buen humor invadía al personal, durante el trayecto eran constantes los cánticos... "oh Robbie James", "Go Wilfried Bony"... llevábamos 50 minutos de retraso por culpa de la avería, pero el fair play reinaba en el ambiente.

Sobre las tres y media llegamos a Valencia. Pisamos tierra y el primer pensamiento fue imaginar lo increíble que iba a ser estar jugando allí en apenas unas horas. La gente se había concentrado en la Plaza de la Virgen, a una media hora a pie de Mestalla, así que nos dirigimos hasta allí y cuando llegamos el ambiente festivo estaba a pleno rendimiento. He visto algunos vídeos con escenas brillantes en la puerta del Bar Finnegan, mi favorito es uno en el que se ve a un hombre levantando una silla al aire implorando que le dejen salir del agujero que es Swansea para quedarse a vivir allí. No se puede decir que no tengamos sentido del humor. Nosotros también tomamos alguna cerveza en el local, encontrándonos con Dai y Brande, dos tipos con los que compartimos viaje a Newcastle la temporada pasada, juntos empezábamos a disfrutar de la experiencia de viajar por el continente, construyendo con unas pintas el ambiente previo al partido. Sobre las 18h llegamos a Mestalla, fuimos recibidos por algunos aficionados locales que nos preguntaron si podían hacerse una foto con nosotros, nos encantó poder hacerlo y nos dimos la mano al acabar deseándonos lo mejor para el futuro, porque pronosticaron una derrota para aquella misma tarde. Afortunadamente para nuestros intereses pasó justo lo contrario. Poco después accedimos al estadio trepando por decenas de bloques de escaleras que parecían no tener fin, muchos estuvieron apunto de no poder conseguirlo. Deberían avisar al aficionado británico de la tortura que supone acceder a ese estadio, sobre todo para no cometer excesos con la comida o la bebida durante las horas previas a riesgo de perderse el partido por no poder llegar a las gradas. La primera cosa que te choca al entrar es lo diferente que es a los estadios que estamos acostumbrados a visitar en las islas. No hay techo en ningún lugar, salvo en una grada, debe ser por lo poco que llueve en la zona. También sorprende lo sucio que esta el estadio y lo incómodas que son sus sillas.

Estaba encantado al descubrir que Michael Laudrup había elegido el mismo once que se enfrentó al Liverpool el lunes por la noche, si nuestros jugadores mostraban la misma actitud era posible obtener un gran resultado. La primera acción clave la protagonizó Wilfried Bony tras una carrera que acabó con la expulsión de Adil Rami, los gritos celebrando la acción dejaron paso inmediatamente a las burlas hacia el francés "adiós, adiós adiós". Fue un momento divertido. No tuvimos que esperar mucho para celebrar el 1-0. Fue un momento glorioso para nosotros, Nathan Dyer debía haber anotado dos goles más antes del descanso, pero le faltó precisión. Al finalizar los primeros 45 minutos los cisnes se retiraron siendo muy superiores en el juego aunque manteniendo un marcador corto. Al poco tiempo de la reanudación la marcha de un grupo de aficionados del Valencia en la grada sur coincidió con el 2-0 fabricado entre Pozuelo y Michu, poco tiempo después De Guzmán introdujo un misil en la portería para sentenciar el encuentro. Normalmente no soporto los tiros libres de De Guzmán, ofrecen una nula amenaza para el rival y generalmente son un desperdicio, pero aquella tarde no se podía discutir la perfecta ejecución de la falta.

El resto de los 90 minutos se jugaron en un ambiente de fiesta para los 2000 galeses que se dieron cita en Mestalla. Apenas podía creer lo que estaba presenciando, no era el único: "Queremos jugar aquí todas las semanas" fue un cántico que irrumpió con fuerza en la grada hasta que el arbitro señaló el final del encuentro. Recibido con protestas por parte de los aficionados locales, que consideraron que sus jugadores se habían rendido demasiado pronto, aunque los más cercanos a nuestra posición se dirigieron a nosotros para aplaudirnos. Nuestros jugadores se dirigieron a nuestra posición para darnos las gracias por nuestro apoyo, aunque tuvimos que esperar a que la policía nos dejara salir, así que inventamos la forma de pasarlo bien mientras nos quedábamos solos en el estadio. Cantando "The Scum (Cardiff City) sube para bajar" mientras nos levantábamos y sentábamos acompañando la canción. Hicimos tiempo con eso hasta que Huw Jenkins y los demás miembros de la directiva se presentaron en el césped para girar sus puños en dirección a nuestra posición, les devolvimos el gesto con gritos de apoyo. Es brillante ver en estos chicos tanta pasión después de todos los sacrificios que han hecho por nosotros todos estos años, la adulación que recibían por parte de todos los Jacks fue más que merecida.

Tras un incontable tiempo atrapados en el estadio por fin nos quitaron la correa y nos dejaron salir de allí. Una vez en la calle rompí con uno de mis odios favoritos y decidí comprar una bufanda, de esas partidas con el nombre de los dos equipos. No hay duda de que llevo criticando ese producto toda la vida, ¿para qué quieres una bufanda con el nombre de otro equipo para apoyar a tu club? Sin embargo tratándose de un partido europeo de ese calibre es diferente, es una forma de obtener un recuerdo de algo tan especial, y más cuando es probable que un partido de esa categoría no se vuelva a repetir. Por cinco euros, y tras ser incapaz de encontrar un programa para recordar el momento, no me hubiera perdonado no comprarme una. Mientras esperábamos el autobús para llevarnos de vuelta a Benidorm aprovechamos el tiempo para charlar con los compañeros y discutir sobre el increíble partido que acabábamos de presenciar. Mis pensamientos se dirigieron hacia muchos amigos y aficionados que por trabajo o compromisos varios no habían podido disfrutar de todo aquello, sin duda estábamos eufóricos por un resultado tan excepcional, era una noche fantástica. De regreso era sorprendente ver la cantidad de aficionados del Swansea en todos los bares de Benidorm, y de de tan buen humor, incluso aficionados de otros clubes, Liverpool, Everton, Newcastle, Sunderland, Leeds, Bolton, Steveenage y Nottingham Forest, se unían a nosotros y nos felicitaban por el partido. Charlando con Chirs Pridmor, una enciclopedia en lo referente al pasado de los cisnes, concluyó que esa noche habíamos conquistado la cima más alta en la historia del club.

¿Qué me quedo de toda esta experiencia? Sinceramente tengo que decir que el tiempo que pasé en España fueron algunos de los mejores días de mi vida y daría cualquier cosa por poder repetir todas esas experiencias de nuevo. He escuchado a mucha gente decir que la Europa League es una distracción, pero después de partidos como el de esta noche o el del pasado septiembre ante un rival de este calibre no quiero volver a oír esas palabras. Tenemos equipo suficiente para mantenernos en la Premier y hacer un buen papel en Europa, por lo que debemos tomarnos la competición seriamente. No hay nadie que tras el 0-3 en Mestalla no haya soñado con plantarse en Turín el próximo mes de mayo. Si podemos ganarle al Valencia cualquier cosa es posible ¿No? Para eso hace falta un poco de suerte, pero si el Middelsbrough y el Fulham pueden llegar a una final, ¿por qué no el Swansea? Todos los que tuvieron la fortuna de estar en Mestalla quedarían desolados si les dijéramos que ya nunca habrá otro partido europeo. Tal vez, y sólo tal vez, en Valencia se escribiera el primer capitulo de otra etapa brillante para el Swansea.

(*) Steven Carroll es aficionado del Swansea y editor del fanzine Swansea oh Swansea

26 de nov. 2013

Sósó no es así

Al ritmo que las notas del himno argelino hacían vibrar la atmósfera las lágrimas inundaban el rostro de Sósó, situado en pleno centro del campo, a la espera de que un flacucho colegiado oficialice a golpe de silbato su debut en la gran competición internacional. En ese instante todo adquirió significado. Eran unas lágrimas que venían gestándose tiempo atrás, desde el mismo momento en el que renunció a la selección francesa como vía para honrar a sus padres, huidos de una caótica Argelia y aterrizados junto a sus bártulos en los suburbios de París, cuyas calles, alimentaron con su cultura underground al joven Feghouli. Defender los intereses de los 'zorros del desierto' era, es, mucho más que un acontecimiento deportivo. Era, y es, el homenaje a una familia que conoció el frío del invierno colándose con sigilo por las grietas de su hogar. Todos esos pasajes recorrían atrapados en burbujas de sal el semblante del jugador, era el homenaje final a unos progenitores arrancados de sus raíces.

Ya en su primer pisar por Argel acabó con el rígido rictus que los internacionales acostumbran a ofrecer a sus hinchas, dejando tirados a los medios presentes para gastar una hora de su vida en atender a los pocos mortales que se habían dado cita en la terminal del aeropuerto. Fue su carta de presentación en un país que suele desconocer a sus estrellas emergentes y que ve con desconfianza a los desnaturalizados como él. Para Sofiane, enfundarse la camiseta de su selección es más que un asunto cotidiano, es una de esas cosas que escapan a la razón, poseedor de un inmenso sentimiento de arraigo que le hace sentirse en la obligación de devolverle a su tierra todo aquello que buenamente haya podido cosechar fuera de sus fronteras. En un mundo, en ocasiones, tan cruel no dudó en apadrinar la causa de ALIF, una asociación musulmana que trata de rescatar de la muerte a los niños argelinos con Síndrome de Down, destinando parte de sus vacaciones en preocuparse por los asuntos del movimiento, solidificando el compromiso con sus orígenes a golpe de solidaridad.

Este pequeño buda ha ido transformándose en un saco de emociones desde el cual basar todo su juego y su personalidad. Celebra sus goles como si fueran el primero, retransmitiendo sobre el césped sus sensaciones a cada balón perdido o pase no logrado, a cada movimiento realizado con éxito o a cada despedida de Emery en un palco VIP. Basta con mirarle a la cara para saber si está o no está. Y últimamente, cuando viste de blanquinegro, nunca suele estar. La suya, nos remonta a una historia de insultos constantes. Ni siquiera cuando mejor rendimiento ofreció cosechó reconocimiento alguno y sí menosprecios con una gran carga de altanería. La crítica hacia Feghouli se alejó siempre de lo deportivo para entrar en lo personal.

Aún sin cautivar a la opinión publicada supo ganarse con trabajo el cielo de las gradas, que vieron en su intensidad y frescura al VCF deseado, al VCF luchador que derrumbaba gigantes usando como arma el mismo espíritu que Feghouli plasmaba en cada partido. Pero cometió el error de creer que el crédito ganado le bastaría para hacer 'la del jugador en año de mundial', inconsciente de que su legado era tan volátil como segura la ausencia de elogios hacia su juego en la prensa diaria. Al ritmo que su importancia en la selección ha ido aumentando su rendimiento en el club se ha resentido víctima de un vaivén de entrenadores sin rumbo y de un equipo desdibujado y sin orden, y eso en jugadores sin perdón, como lo es Sósó, se convierten en guillotinas que apuntan a la cabeza. Ese lento adelgazamiento del entorno profesional que lo arropó le ha ido apagando el rostro, aislándolo en el electrizante hip hop francés que le pone banda sonora a la París más callejera, conduciéndole sin carnet por una vía que le hará perder lo poco que le queda de todo aquello que se ganó con sacrificio en un Mestalla entregado a su causa.

Ese ambiente enterrado por la amortización, al que tan ligado y agradecido estaba, lo encuentra ahora en su selección, donde se siente importante y querido, donde se ha topado con un segundo padre en forma de seleccionador que le ha convertido en líder, en referente moral de un grupo famélico de glorias, mostrándonos al jugador más emocional, que llora con intensidad la clasificación para un mundial que le deja de regalo una nominación para el Balón de Oro africano. Un acontecimiento histórico en un país poco acostumbrado a las alegrías colectivas. Ese Feghouli fresco e intenso recorre el césped abrazándose a lágrima viva con todo el que se cruza para concienciarse de que el sueño de jugar una copa del mundo es real, formando ya un nuevo capítulo en la historia de un muchacho que empezó a pegarle patadas al balón en un barrio marginal, al que el mero hecho de escuchar el himno de su país le hace brotar lágrimas de los ojos porque le recuerda sus orígenes y le hace entender la importancia de las cimas conquistadas. Ese sentimiento de responsabilidad le lleva a priorizar una Copa de África y una clasificación mundialista, cayendo en el pecado en el que caen muchos jugadores ante un calendario repleto de citas de ese calado: Dejar en un segundo plano al club que le paga y le empuja a la internacionalidad. Sósó sólo es culpable de creer que tiene que dar la vida por una selección que siente ligada a su propio ser, de ser un corazón con patas sin suficiente materia gris.

21 de nov. 2013

La tontería de salir en SKY


Hace un año The Guadian y el Frankfurter Allgemeine – dos de los diarios más leídos en el viejo continente – dibujaron en sendos reportajes un panorama desolador, llegando a calificar a Llorente de presidente incapaz, superado por las circunstancias, hablando de un club condenado a la perdición y sin rumbo. No eran letras aisladas, eran las últimas en escribirse de una serie interminable de informaciones que durante años han consolidado una imagen negativa del VCF en las mentes del público europeo. Hace un lustro que en las previas de competición internacional los medios extranjeros no hablan de quién jugará de lateral en el cuadro valencianista, sino de cracks traspasados, problemas innumerables... y todo ilustrado con gigantescas imágenes de un estadio parado. Hasta France 2, uno de los mejores canales de televisión en el viejo mundo, emitió un sangrante reportaje que acabó con los últimos gramos de reputación que atesoraba el club del murciélago. Incluso la visita relámpago del expresidente a Dubai hizo que GulfNews – el diario que leen los jeques durante el desayuno – pintara de negro la realidad de una entidad, que supuestamente, aterrizó en aquellas tierras en busca de inversión.

Esta impopularidad parece que se quiere revertir usando el único arma disponible en estos momentos en la institución: La imagen. Y de la mano del actual inquilino de la silla presidencial se ha elegido los dos polos que equilibran el mundo para contrarrestar la falta de credibilidad de la marca VCF. La pasada semana la británica SKY (mundo anglosajón) emitió el último de una serie de amables reportajes – iniciado todo con una entrevista en plató a Salvo – haciendo hincapié en una nueva etapa que está dando los pasos adecuados para revertir la situación. En pleno debate nacional, cuestionando los métodos de formación y las obsoletas estructuras deportivas del fútbol inglés, el canal de pago cerró el pack con una loa al programa de cantera, entrevistando por el camino a Rufete y varios de sus principales actores. Una pose similar se ha seguido con Al-Jazeera (mundo árabe) con entrevista en plató de Amadeo Salvo a modo de pistoletazo de salida.

De repente, ahí fuera, ya no se habla sólo de muerte, sino también de esperanza. Se ha conseguido dirigir el debate hacia donde se quería dirigir, a un escenario que muestre una cara más amable y fresca de un club con problemas de arrugas y gesto serio, que se hable no sólo de decadencias, sino también de un punto de inflexión que pretende revertir la tendencia. Hasta el rostro juvenil de Salvo ayuda a perfilar una historia de vanguardia que abandona el alcanfor, rompiendo con esa pose de tecnócrata apolillado que espantaba incluso al más valiente. A diferencia de esa Valencia naranjera y absurda el nuevo VCF tiene claro que la solución está ahí fuera, en reuniones con el señor Wanda, y hasta ahora, a ojos del hombre de mundo, el club era una manzana podrida a la que nadie en su sano juicio querría acercarse ni tan solo a mirar.

No hay duda que emprender una carrera de caracoles, tan lenta como segura, es un handicap y se corre el riesgo de morir sepultado por un reloj de arena que sólo un aval y la inconsciencia de un banco podrán parar. Pero la única forma de atraer abejas a la flor para que produzcan miel es ser atractivo, reformular un tour por Mestalla que antaño te enviaba por túneles oscuros, habitaciones con cables colgando y paredes agrietadas, con unas gradas repletas de asientos polvorientos, devorados por el sol, emprendiendo una reforma interna que dote de sentido y contenido al invento junto a un lifting para atraer más público – más ingresos – y transmitir una imagen rejuvenecida que case con el discurso que se está vendiendo al exterior. 

La entidad se viste con sus mejores galas, enseñando escote ante las cámaras con más audiencia a las que puede acceder, a ver si enamora al hombre de su vida. Es un trabajo sordo, del que muchos no entenderán su importancia ni su calado, pero de una necesidad imperante si se quieren recoger frutos el día de mañana. Y para eso, el primer paso es asistir a una sesión de peluquería y maquillaje como paso previo al anhelado altar. Salir en SKY no es tanta tontería como parece a simple vista, de momento, la imagen del VCF es menos negativa de lo que era antes de aparecer en ella. Ahora hablan de posibles soluciones en lugar de manifiesta incapacidad para encontrar salidas a los problemas. Y eso es empezar a transmitir confianza en un producto con posibles.

19 de nov. 2013

En Polonia también late el VCF

Podría formar parte de alguna de las escenas de 'El libro negro', pero representa algo más postsoviético, una estación fría, decadente, sin trenes escupiendo vapor ni personajes de gabardina arrastrando maletas de cartón. Es una Varsovia de máquinas sin glamour, viejas quejosas reclamando tiempos mejores al ritmo que penetran en estaciones alejadas de la elegancia que un día lucieron. Con una hora de retraso Hubert Jaros abandona el vagón que le ha transportado desde la lejana Lublin y se encamina dispuesto a encontrar un modesto hostal en el centro de la ciudad, esperando toparse en sus puertas con Dexter, Kamila, Paul y Martin, también llegados de distintas partes del país y arrastrados por el mismo cometido: celebrar el V Rally Valencianista en tierras de Wojtyla.

Aunque por su nombre parezca escogido a conciencia la elección responde a los asuntos del monedero, porque 'Adventura Hostel' encaja como un guante en esta historia. En una de sus paredes, levantadas en el cerco histórico de la urbe, jugando al escondite con el huésped, los visitantes que lo han ocupado a lo largo del tiempo han ido estampando la huella de sus manos en forma de legado, formando un mural con alma y significado. Escuetas inscripciones indicando sus motivos y lugar de procedencia rematan la obra asemejándola a un testamento vital. Desde el pasado octubre 'Valencianistas Polonia' pegó con letras de pasión un pedacito de la esencia blanquinegra en dicha estancia varsoviana, «fue una sensación extraña, muy sentimental» describe Jaros. Las presentaciones del inicio dejan paso a choques de valijas al ritmo de habitaciones que se abren y se cierran en lógica transición hacia el momento de las cervezas.

Castigada y sufrida como es ella los rincones más intrascendentes de la ciudad cuentan historias, como ese pobre autobús que cruza sus calles para recordar que no hace tanto era víctima de la violencia de los ultras del Legia – uno de los grupos más agresivos de Europa – respondiendo en su camino a la pregunta de por qué los estadios polacos han sido abandonados, alejándose el público local de unos clubes secuestrados por la violencia de unos pocos y la dejadez temerosa – cuando no cómplice – de sus dirigentes. Sentado en él viaja Saska, otro de los integrantes del clan valencianista en Polonia. Lleva una hora buscando un local en el que poder ver el partido que enfrentará al VCF ante la Real Sociedad. La suya es una de esas militancias sufridas, que van curtiéndose de la misma forma que se curten las manos de un carpintero al contacto con la madera, sólo que él moldea adversidades.

Se subió en el trasto porque el ritual de abrazos y besos dejó pasó al tambaleo de un acto organizado con semanas de antelación, perdiendo incluso la reserva en un pub, todo por una decisión arbitraria de un tipo que prefirió ilustrar a sus clientes con el partido del Barça, al igual que lo prefirieron todos los canales de pago, como lo prefieren siempre. De repente adquirió todo sabor a fracaso, el grupo, disperso, desesperado, busca algún tugurio que les arregle la existencia, pero no hay solución. La escenografía del perdedor habitual les conduce a la hogareña derrota. Janos no sabe identificar el autor, pero una exclamación pone luz en medio de la penumbra: «No somos aficionados del Barça, comportémonos como hombres». En el 'Adventura' corre la cerveza como corren los antidepresivos en una consulta psiquiátrica, quedan dos días y el grueso de la expedición, la que vive en Varsovia, está por llegar y no hay forma de ver el partido.

Podían haberse quedado en casa, al calor de la estufa. Podían haberse hecho del Man.Utd o del Real Madrid y evitarse tanto dolor. Podían pasar de todo. Pero ahí estaban a la mañana siguiente, luciendo 'señeras Joma' y vestigios de otras épocas en mitad de un parque público, cumpliendo con el planning, jugando partidillos emulando a Rufetes bálticos y Aimares de Silesía con piernas que se niegan a funcionar y cabezas embotadas por una noche de alcohol y fiesta, soportando temperaturas de 5ºC en pleno otoño polaco, olvidando la afrenta de la primera jornada. En una de las mochilas que descansan en el hostal, doblada, abultando por los quilates de ilusión que la han bordado, descansa un trozo de tela de cinco metros con los colores de la bandera nacional. En un lateral se ilustra el águila imperial del escudo, a su derecha, la inscripción 'Valencianistas Polonia' le pone alma al trapo. Un trozo de tela construido desde el más puro sentimentalismo, ideado para invadir un local que les dejó tirados, pero «con la intención de colgarlo en Mestalla dentro de un año».

La colonia blanquinegra en Polonia debe ser una de las más numerosas allende nuestras fronteras, y seguro, es de las más sólidas. Su fe les ha llevado a estructurar en la red todo un medio de comunicación valencianista en lengua eslava, incluyendo un programa de radio on-line que se puede escuchar en podcast. Son artesanos de la militancia, hasta el punto de haber creado una revista sobre fútbol español (Olé Magazine) impregnada con el espíritu del murciélago.

Sorteando el vapor de las duchas, y las camisetas sudadas estampadas en el suelo, van corriendo las bromas y los chistes. Enfundados en victorias unos y en derrotas otros, Maciek, vecino de la localidad, se entera del problema que les dejará tirados por la tarde, cuando a miles de kilómetros, el VCF salte a Mestalla para intentar encontrar el equilibrio en su funambulismo extremo. En un primer momento plantearon ver el partido a través del Xperia de alguno de los integrantes, captando alguna señal remota emitida por la red. Maciek ofrece su casa, sillón y bebida para poder ver el partido por una pantalla de 40 pulgadas con conexión a Internet. Un pequeño triunfo que solidifica más todavía el espíritu irreductible de un grupo acostumbrado a convivir con 'las de perder'.

Jaros todavía describe con dolor las escenas que deja el encuentro ante los donostiarras, estampas de miseria, desesperación y rabia. Tras sufrir un par de dolorosas derrotas el pasado curso las esperanzas de poder doblegar a la Real y devolverla al plano que le corresponde pintaron de color esperanza la jornada. Con el 0-2 llueven las maldiciones. La decepción se encarga de recordar el peligro que comporta la decadencia de este equipo, transformado en un eficaz aniquilador de adhesiones como estas, de abandonos sonados. Pero muchos siguen ahí, conviviendo con ella esperando que sea leve, luchando, sabiendo, en el fondo de su ser, que el VCF siempre vuelve, aunque a veces se haga el remolón, aunque a veces cueste creer en ello. Con todo, el morder la lona no amarga la segunda jornada de Rally. La noche se presenta joven, hay hambre de alimento y de triunfo, lo que escupió la TV no fue más que un nuevo motivo para seguir peleando.

Una macedonia de sensaciones contrapuestas dan el buenos días a un domingo de despedidas entre gente lejana, que sin necesidad, gastan un dinero que no tienen en un viaje en tren y dos noches de hostal para juntarse a vivir una ilusión, para sufrir un equipo lejano, anclado en el mediterráneo ajeno a toda cultura eslava. El domingo de despedidas sacraliza la motivación y la ilusión de unos jóvenes que podían haber elegido la felicidad del Barça o el triunfo seguro del Chelsea, pero prefirieron 'ésto', escogieron 'ésto' y con 'ésto' abandonarán el mundo de los vivos porque así lo decidieron. El mismo tren que transportó a Janos de Lublin a Varsovia le devuelve a casa, al lugar que acogerá el VI Rally Valencianista, con la esperanza de que los canales de pago del país olviden por una vez su obsesión por el equipo de Messi, con la ilusión de que el VCF abandone su depresión y se ponga a ganar a los que tiene que ganar. El ruidoso vagón que transporta a Janos también transporta una fiera certeza, la de que a miles de kilómetros de distancia, en un rincón de Europa en el que casi nadie mira, hay un numeroso grupo de personas iluminadas por el club del murciélago a las que no les importa soportar bajas temperaturas ni recorrerse medio mundo con tal de ver a su equipo, inmunes ya a todo contratiempo. Con ese capital el VCF nunca será pobre.

14 de nov. 2013

Me pilló cagando

Uno tiene la excusa de haber realizado aquello inmerso en ese umbral final de la adolescencia, ya se sabe, no hay mejor refugio para justificarlo todo que la inmadurez. En este caso ni inventándose una adicción al LSD o relatar un falso golpe en la cabeza sería excusa suficiente, no para eso. Eran días brutos, tan salvajes que la gente todavía veía Canal 9 como si no existiera manipulación, tanto, que ser un mileurista era la desgracia del momento, la precariedad extrema. Por entonces el mundo ya estaba así de mal solo que no lo queríamos ver.

Los calores en el monte tienen la ventaja de no contar con la compañía del asfalto humeante ni de la contaminación ambiental que encapotan las ciudades, el verano es más llevadero, sobre todo por poder disfrutar de esos pequeños lujos yéndote a la cama recién salido de la piscina o dar la bienvenida al día con un chapuzón, placeres muy próximos al orgasmo. Pero entre aquellas cuatro paredes pocas cosas habían cambiado con el caer de los años, porque esos sitios, sin saber cómo, acaban decorados con trastos de otro siglo, con figuras y aparatejos que nadie se atrevería a regalar ni al peor de sus enemigos, levantándose museos de otra vida en esta misma.

Tal vez lo único nuevo fuera algún pelo de más sobre el cuerpo, un par de centímetros repartidos por todo el ser e ideas más locas de lo común. Pero él seguía estando allí un año más, recordándolo todo, esperando poder dibujar nuevos capítulos entre sudores. Era el mismo sillón de escay en el que se quedó pegado Mendieta y sus ansias de ganar trofeos en el extranjero, el pobre, de poder hablar, relataría algunas desgracias más, como si estas no fueran suficientes. De fondo, las chicharras le ponían banda sonora al día, recordando la soledad de la estancia, recordando que a pocos kilómetros de allí estaban los demás, comprando, llenando el carro para cerrar la noche y reclutar entre papas y coca-colas a unos cuantos más con los que despedir agosto, que se moría, y con él, se iría todo lo bueno que esconde entre los espacios en blanco que separan sus semanas en el calendario. Así empezó todo, sin respetar las costumbres.

“Noticies del esport, hola Fermí” no tuvo tiempo de presentarse y cimentar su mito, ya era una de esas frases memorables que pasarán a formar parte de la memoria colectiva de una generación que vivió con una tele pública valenciana. El informativo se inició con prisas, rompiendo con toda pausa para abrir con la noticia del momento. La sintonía de apertura no dejaba entender muy bien a la pobre alma encargada de soportar la calina, rodeada de grúas, intentado gritar armada con un chaleco en el que ya se intuía el #RTVVnoestanca , porque todo ya estaba así de mal.

La soledad invadía la habitación, los minutos caían con la lentitud de las losas, que es como caen los minutos en verano. Aún sintiendo la humedad del agua y el cloro en las carnes, recién nutrido con un triste sándwich de noséqué, la tele escupía el plano de un solar que gritaba en letras blancas 'NO AL NOU MESTALLA', la escena no duró mucho más, había que esperar a ‘els esports’ para profundizar y saber más de aquellos camiones repletos de arena que nos glorificaban la existencia con una ilusión. Y allí esperamos, pegados a un trozo de cuero falso, burbujeando, sudando la vida.

Esta historia empezó a escribirse meses atrás, en un frío y lluvioso 10 de noviembre en el que dirigentes como Lendoiro, por entonces respetado, lloraban a las cámaras que sentía envidia y que ojalá a él le pudieran regalar un juguete como el nuestro. Personajes de todo calado y condición iban pavoneándose, con los ojos como platos, enorgullecidos de haberse conocido, agradeciendo que alguien les hubiera arrastrado al acto. Estábamos todos borrachos, entusiasmados de que nos rascaran la barbilla y nos hicieran cosquillas en la panza. El dedazo era palpable, las ordenes del palau construían una sólida injerencia, pero a nadie le parecía molestar porque todos estábamos borrachos. Hasta algunos lo celebraban. En un rincón oscuro, entre cables, tan miserable como siempre, iba danzando el señor de la capucha engatusando al poder, anhelando anclarse a nuestras vidas, y nos lo anclaron, como todo lo que nos anclaron. Y no nos importaba, porque estábamos borrachos. Tan bien funcionaba lo digital que Fenwick se subió al barco con la orden ministerial de arreglar esa vergüenza que un señor llamado Arena-Evata había perpetrado en forma de estadio, tenía la misión de imaginar una obra acorde al nivel de la borrachera.

Vivíamos en un mundo en el que las conexiones de un mega eran tecnología punta, con un plug-in del Windows Media incrustado el Valencia CF decidió retransmitir en su web la gala en la que presentaría la maqueta del nuevo estadio, torturándonos con cortes interminables e imágenes tan pixeladas que el Mario Bros de la Nintento aparecía a cada poco para hacerse un vaso de leche antes de irse a dormir. Era el súmmum de lo absurdo, como tontos, delante de un ordenador, enfrascados en todo aquello tirando una tarde de viernes. Eran los estertores de una humanidad que todavía sabía vivir sin teléfono móvil, que caminaba por la calle mirando al frente y quedaba en los bares para hablarse a la cara. Era una vida de la que ya no queda ni el recuerdo.

Aquel entrenador que perdía la posibilidad de luchar la liga cosechando un lamentable empate en Tarragona, dibujando una sonrisa de oreja a oreja hablando de éxitos y objetivos cumplidos, estaba allí. Acompañado del tipo que estando a cuatro puntos del primero y viniendo de ganar dos años atrás una liga hablaba de transatlánticos, presupuestos e imposibilidades de luchar por títulos. Ambos eran jaleados y aplaudidos por la prensa, la misma que mató a Emery por ser como ellos. Junto a los dos estaban los demás, los que se subían al barquito en Ibiza que tenía el presidente con bigote, los que junto al niño de papá compraban solares para ganar dinero en una parcela con nombre de puerco chino. Era una época en la que Snejider no daba el perfil para el VCF porque Arizmendi era el Ibrahimovic español. Estábamos todos borrachos.

El televisor de dimensiones elefantísticas dejó paso a uno más pequeño que no reclamaba una tunda de golpes para fijar la imagen. Tenía hasta salida de vídeo para poder enganchar aquella caja de zapatos grisácea que era la Play Station (ni dos, ni tres, ni cuatro, a palo seco). Mientras las chicharras aumentaban el tono para advertir que las horas de más calor habían entrado en este mundo el aparato seguía escupiendo noticias intrascendentes, como mandaban los informativos de la época.. que si Camps esto, que si un pueblo festeja aquello... aquel producto trazaba una ilusión en la que no existían asuntos de trascendencia. La cena del día anterior y el sándwich de noséqué del mediodía empezaban a apretar, y allí estaban los revolucionarios del presente haciendo horas, hablando de 'bous al carrer' y de variedades de melocotón, con el personal ansioso, esperando ver lo que quería ver, el inicio de las obras del Nuevo Mestalla.

La necesidad apretaba, y los minutos no pasaban. Era cuestión de elegir bien el momento de cambiar el sillón de escay por el señor Roca. Pero esas cosas te eligen a ti más que las eliges tú a ellas. Los tintes del verano hace que la gente adore ir en 'porreta' por los sitios, calzando un triste bañador o un sencillo calzoncillo, en plan salvaje, dejando que el viento cálido y los rayos de sol te tuesten hasta las ideas. Uno de los placeres que da la soledad en el hogar, aunque sea momentánea, es poder cagar con la puerta abierta de par en par, experimentando una sensación algo extraña y placentera. Entre empujones de esfínter y lecturas de composiciones químicas, de fondo, se escucharon las palabras mágicas...“Notícies del esport, hola Fermí”... y la faena a mitad camino.

La escena, indescriptible. Un personaje de 20 pocos años, con el único trozo de tela sobre su cuerpo en los tobillos, de pie, adoptando la postura del David de Miguel Ángel en mitad de la sala, con la mirada fijada en un televisor que dibujaba grúas arrancando matojos y haciendo agujeros en un solar perdido en mitad de la ciudad. La definición absoluta de la gilipollez en la que vivíamos durante la burbuja. Durara mucho o poco, no hay razón que justifique que un tipo abandone el tazón para ponerse a ver el inicio de unas obras, la simple descripción ya es una muestra del nivel de locura que puede alcanzar una persona en un momento dado. Una locura que se transforma en metáfora de aquellos años, donde todo acabó yéndose por el retrete entre empujones, cegados por ilusiones superfluas y esperanzas de cartón piedra que acabarían convertidas en una gigantesca mierda. Todo aquello, a mi, ya me pilló cagando.

12 de nov. 2013

Wilkes vive en 'La Pepica'


La carretera de Valencia a Sueca, que bordea la playa, se extiende entre el mar y los humeantes campos de arroz. Se suceden los enclaves costeros, donde la gente de la gran ciudad se aloja los fines de semana o durante las vacaciones de verano. En 1961 Walter, Sócrates y Coll pasaron un día de fiesta en la zona, en el camino de vuelta, el brasileño voló sobre la carretera con su nuevo coche hasta estrellarse con un camión de la Coca-Cola acabando con su vida y con los otros dos ocupantes heridos de gravedad. Hasta 1958 Antonio Puchades recorría aquella carretera todos los días para hacer el trayecto que separaba su casa de Mestalla. Por entonces conducía un Topolino, el coche de moda de aquellos tiempos, y le acompañaban también algunos compañeros de equipo, como Mañó o Sendra, el trío de un VCF suecano.

Faas Wilkes también llegó a Valencia subido en un coche. “Tenía un buen cacharro, un Seat 1400 con el signo NL de los Países Bajos en la parte trasera, ¿Verdad? Era un chico muy agradable, a menudo venía a mi casa. Me prometió su vehículo. 'Antonio', dijo, 'el día que te cases te regalaré mi coche'. Pero nunca me casé, así que me quedé sin el trasto”. Me contaba Puchades cuando visité Valencia en 2002. Puchades a sus 77 años seguía siendo un soltero de oro, hacía vida con su hermana en su modesta casa en Sueca, un museo en sí misma, repleta de trofeos, medallas, fotografías y carteles. Una doble puerta con una vidriera en su interior plasmaba la sencilla vida del jugador. En una de sus hojas Puchades aparecía vestido de futbolista, en la otra, con el lomo torcido y con los tobillos hundidos en el agua, representaba su faceta de arrocero. “Esa es mi vida, agricultor y futbolista, no hay más” me dijo cuando me sorprendió observando la escena. Aunque nunca le gustó presumir de ello fue mucho más que eso, fue una de las estrellas del VCF, quizá la más representativa de toda una época, un ejemplo de fidelidad que llevó a gala desde 1946 hasta 1958. Era la fuerza motriz, el combatiente de un grupo de luchadores que junto a su inseparable Pasieguito, un jugador más elegante y fino, construyeron un equipo que vendía muy cara la derrota.

Tonico relataba con pasión su asociación con Pasiego, sus días juntos en la selección. Su aventura en Brasil'50 y la posterior debacle ante Turquía en 1954. Pocos días antes había fallecido su amigo, víctima del Alzheimer, y se mostraba nervioso ante el hecho. El funeral le afectó y le hacía hablar de él compulsivamente. Fueron tiempos difíciles en lo sentimental, a principios de siglo varios integrantes de aquel equipo o eran víctimas de la enfermedad o ponían fin a sus días tras cumplir con la naturaleza. “¿Faas vive todavía?” preguntó desesperado en mitad de aquel paseo con charla incorporada.

En algún momento de 1953 el VCF recibió al Torino en un partido amistoso, Wilkes fue comprado casi de inmediato, cosido a base de camiones de naranjas al Valencia CF para poder arrancarlo del equipo granate. Ni su reciente operación de menisco, ni sus 29 años, fueron impedimento para la contratación. En su primera temporada Wilkes jugó 28 partidos y anotó 18 goles. Un año después, en la 54-55, sumó 11 goles en 19 partidos y abandonó el club con 9 dianas en 15 encuentros. En todos jugó los 90 minutos, sin sustituciones, sin lesiones, Faas participaba poco, pero siempre al 100%. Era el cerebro del equipo, el desequilibrio. El VCF de entonces usaba la famosa WM con Timor en la portería. Tras él, los centrales eran cosa de Sócrates, Quincoces II y Monzó. Más allá era terreno de Puchades y Pasieguito. Como volantes ofensivos Buqué y Fuertes, en la derecha Seguí y en la izquierda Mañó para dejar solo en punta a Wilkes como delantero centro.

“Faas era el mejor regateador que he visto en mi vida. Parecía un malabarista. Era muy difícil quitarle el balón. Llevaba la pelota cosida a la bota, le gustaba mucho driblar y disparar, pero nunca fue un gran goleador. La gente se lo pasaba bien viéndole jugar, venían al estadio solo para ver a Wilkes. Vino como una estrella, pero era humilde, nunca presumió de nada, era un chico que se dejaba querer y un gran bromista. Él no pensaba solo en jugar al fútbol también se veía en la obligación de entretener. Muchas veces nos juntábamos medio equipo en mi casa de El Perelló, hacíamos paella y jugábamos al fútbol en la playa, ya en la arena era igual que en el césped, imposible de parar. Durante un viaje intenté tomarme un coñac con él, pero ni siquiera se lo ponía en los labios, él solo bebía agua”. En aquella España de los años 50 los viajes eran mucho más que largos, durante los maratones por carretera la única manera de conciliar el sueño que encontraban los jugadores era recurrir al alcohol o a los somníferos. Un pequeño autobús, un viejo Leyland, era el encargado de transportarlos hasta La Coruña (952 kilómetros en las modernas carreteras de hoy en día) Bilbao (740 KM) o Sevilla (650 KM). Los viajes empezaban los viernes, tras la cena de grupo, y se alargaban hasta 20 horas por carreteras estrechas y polvorientas. Los equipos cuando jugaban fuera de casa ya saltaban al terreno de juego derrotados por el viaje.

Durante un verano, hace más de medio siglo, vagó Ernest Hemingway por España. La Guerra Civil que había cubierto y que tanto prestigio le dio había terminado, ahora era un escritor afamado, amante del Daiquiri, los toros y la buena vida. En su libro The Dangerous Summer relató su paso por aquella Valencia en blanco y negro de tartanas y tranvías. Sus cenas opulentas en 'La Pepica' eran detalladas con todo lujo de detalles sin faltar rimbombantes elogios a sus arroces y pescados. La cita aparece reproducida en gran formato en una de las paredes del restaurante junto a una gran foto de Hemingway ocupando una de las mesas que solía usar durante sus estancias en Valencia. Haciéndole compañía, cuelgan infinidad de imágenes de personajes ilustres. En una de ellas se ve un cuarteto singular, está fechada en diciembre de 1958 y aparecen Llona, Vilves, Wilkes, Walter y Losco. Es una imagen de su último año en la ciudad, cuando jugaba en el Levante UD, y también es la última vez que vería a Walter antes de su muerte.

En otra de las fotografías se ve a Wilkes solo en una mesa, servido por un sonriente camarero. “Ese es Pepín Balaguer, mi tío. Cuando nos sentábamos en la mesa en familia solo se escuchaban anécdotas maravillosas sobre Faas. Eran buenos amigos, aunque a Pepín no le pareció gran cosa en un primer momento”. ¿Por qué no? “Bueno, habían algunos chicos en la playa jugando al fútbol cuando el balón cayó en la mesa de Wilkes. Acababa de ser fichado, no había jugado ningún partido todavía. Faas cogió la pelota con las manos y la lanzó de nuevo a los chavales. Mi tío tenia miedo de que estuviera cojo, como se había publicado por entonces. Él creía que un jugador si está bien siempre devuelve una pelota con el pie. !Qué malo! dijo cuando se fue Wilkes”. Recordaba Juan Balaguer Fos en aquel verano de la liga de Benítez. Ahora, el muchacho que correteaba por aquellas estancias guardando recortes de prensa de Faas y soñando con ser un futbolista holandés, es uno de los dueños de 'La Pepica'. Bastaron un par de partidos para cambiarle la opinión a su tío. “No había mejor jugador que Wilkes, era todo para él”. Pepín Balaguer, nieto del fundador, murió en 1996, pero el recuerdo de Faas siguió vivo hasta la muerte del futbolista “todos los años nos envía una carta por navidad”. Esas fotos son casi el único vestigio que queda de él en Valencia, puesto que apenas volvió un par de veces tras su marcha en 1958.

En otro otoño caluroso de 1898, de 27 grados a la sombra, abría sus puertas en la playa de la Malvarosa 'La Pepica', un espacio amplio con una gran terraza. Junto a él, en el paseo de Neptuno, en el antiguo barrio de pescadores, otros treinta restaurantes, todos en fila, hacían cola junto al mar. Es el único de ellos que sobrevive al paso del tiempo. Para Wilkes 'La Pepica' era mucho más que un restaurante. Juan Fos me lo recordaba así: “El vivía aquí con su esposa y sus dos hijos. En aquellos tiempos también éramos hotel y alquilábamos habitaciones. El niño le daba mucha faena, era un poco travieso a veces. Tiempo después se trasladaron a un apartamento al lado de la plaza, en una planta baja”. El tranvía de la Malvarrosa tenía su punto final justo en frente de 'La Pepica', el otro extremo de la línea finalizaba en el campo de Vallejo, donde jugaba sus partidos el Levante UD. Así que se convirtió pronto en un punto de reunión para futbolistas.

En otra pared, todavía más grande, cuelga una fotografía del holandés. En realidad no es una imagen, es una doble página enmarcada de una revista holandesa. La Revue Panorama. Entre grandes titulares repasan la carrera de Wilkes en estampas a color ilustrándolas el jugador con las diferentes camisetas que defendió durante su carrera, acompañadas de una pequeña descripción: “Faas Wilkes jugó en no menos de ocho clubes. Comenzó su gloriosa carrera en Rotterdam. Sin embargo fue vendido al Jerjes, siguiendo el Inter de Milán, Torino, Valencia, Levante y finalmente el Fortuna. Además de defender los colores de la selección nacional”. Juan Fos quedó profundamente impresionado por la figura de Wilkes, tanto en el campo como en el restaurante, cuando lo regentaban sus padres y sus tíos. “Soy del 45, así que vi jugar a Wilkes cuando apenas tenía 10 años. Cuando eres niño los jugadores te impresionan más, de mayor ya te interesan menos. El primer equipo de fútbol que durmió aquí fue el Millonarios de Bogotá, con Alfredo Di Stefano”.

La figura del Real Madrid que con anterioridad había sido fichado por el Barcelona, pero que gracias a un truco administrativo que se sacó de la manga el régimen franquista, acabó en el Bernabéu. La respuesta de los catalanes fue contratar a Kubala. Con Faas en el VCF la liga española veía en sus campos corretear a los tres mejores jugadores del mundo. Puede que por eso Wilkes no consiguiera ganar ningún gran torneo en su estancia valenciana. Para los más veteranos hay una jugada protagonizada por el holandés que jamás borrarán de sus recuerdos. Fue uno de los mejores partidos de Wilkes, ante el Barça, y su víctima se llamaba Kubala. Hizo malabares con el balón en los pies hasta dejar sentado al jugador húngaro para desaparecer rumbo a la portería. Despertando un estruendo que todavía resuena en Mestalla si se sabe afinar bien el oído.

En el único gran título que ganarían los valencianos no participó por el veto del régimen sobre los jugadores extranjeros en el torneo de copa. Aquello provocó diversos dolores de cabeza al entrenador que tuvo que rehacer el equipo una y otra vez para suplir una baja tan importante, encontrando finalmente en Badenes el punta que equilibraría al equipo para sobreponerse y conseguir vencer al Barcelona por 3-0 en la final, resarciéndose así de la derrota en el duelo por la liga. A pesar de todo, la impronta del jugador era tan grande que el holandés, perplejo, no entendía nada: “Con Wilkes Valencia perdió la liga, sin Wilkes Valencia ganó la copa... entonces ¿por qué me quieren tanto?” Tanto le querían que se planeó jugar un amistoso en su despedida y acabaron disputándose cuatro por la demanda del público. Antes de abandonar el restaurante el señor Fos me advirtió de algo: “Una de las historias que circulaban por entonces es que Wilkes y Fuertes no se podían ni ver. Creo que no es cierto, pero mejor pregúntale a Fuertes”.

Me topé con Tonin Fuertes en el local que frecuentaban los veteranos del VCF, frente al estadio de Mestalla. Solía juntarse con una veintena de exjugadores de diferentes épocas los sábados por la mañana a la hora del desayuno. Algo fuerte, le gustaba iniciar el día con unos buenos callos. Cuando le pregunté sobre su presunta enemistad con Wilkes fue tajante: “Eso es mentira. Todo el mundo tiene algo, pero nuestra amistad era grande”. Para demostrarlo, y a pesar que por entonces ya sumaba 80 años de edad, tiró de memoria contando algunas anécdotas. En la primera de ellas relató como Faas le defendió ante el entrenador durante la Pequeña Copa del Mundo jugada en Caracas, al negarse a cumplir con unas indicaciones recibió durante el descanso la orden de vestirse, quedando fuera del equipo. Wilkes se levantó para responsabilizarse él mismo de que Fuertes no hubiera acometido su misión. Tras aquello el equipo acabó remontando el partido para finalizar con un contundente 4-1.

Wilkes era popular, aunque un poco tacaño, dicen en 'La Pepica', pero un gran colega. Incluso cunado se trataba de dinero. Fuertes también asistió al funeral de Pasieguito y andaba indignado tras aquello. Los periódicos solo sacaban fotos del fallecido junto a Puchades y Kempes, no era nombrados otros exjugadores, ni eran mencionados sus méritos como entrenador. Fuertes no aparecía en ninguna de aquellas historias. Su enfado en la mesa hablando del funeral de Pasiego, recordando que gracias a él pasó media vida en el VCF, subió tanto de tono que tuvo que ser invitado por el presidente de los veteranos a calmarse. Un Fuertes más entrañable habló entonces de Wilkes: “Era el mejor regateador del mundo, y también el más elegante. Muchas veces ves a un futbolista hacer un regate con la cabeza enfocada al suelo o empujando con el brazo al contrario. Faas, no. Te miraba a los ojos, se iba de uno, de dos, de tres... Para fastidiarle en muchos campos encharcaban las áreas y no le gustaba nada, le molestaba, y nos cambiábamos la posición para que no sufriera el equipo. Sin duda, tras él, no hemos tenido otro mejor”.

La llegada de Wilkes llevó al club a tomar la decisión de ampliar Mestalla. La gente solo iba al campo para verle a él, llenando las gradas de pañuelos blancos a cada regate de fantasía que realizaba o a cada gol que anotaba. De aquellos regates nació el 'Gran Mestalla', para ver a la cintura del holandés quebrando contrarios. Fuertes se quejaba de que por culpa de Faas a ellos les dejaron a deber las fichas cobrándolas a 10 años ya que no podían financiar el estadio y pagar a los jugadores al mismo tiempo. La fiebre por ganar dinero con los malabares del holandés puso a la entidad al borde del abismo económico. “Y ni siquiera tiene una grada que lleve su nombre” como se quejó Fuertes. En 'La Pepica' residen los únicos recuerdos que quedan en Valencia de Wilkes. En sus cerradas habitaciones todavía perduran los muebles y algunos objetos personales que el jugador donó a la casa cuando volvió a Holanda. Sus fotografías en la pared van avejentándose conforme el recuerdo de los pocos que lo vieron jugar abandona este mundo. Durante aquellos meses en los que recorrí la ciudad en busca del legado de Faas todos preguntaban lo mismo '¿Cómo está Wilkes?, ¿todavía vive?' hoy, once años después, ninguno de ellos está ya entre nosotros.

(*) Edwin Winkels es periodista y colabora con la revista Hard Grass además de ser uno de los grandes estudiosos de la figura de Faas Wilkes y su impacto en el fútbol holandés. En 2002 viajó a Valencia en busca del legado del jugador en la capital valenciana.

7 de nov. 2013

Saber fichar para saber crecer

«Mientras vuestros padres morían en las minas, nosotros inventábamos el cine» rezaba una pancarta en Gerland hace unos años. Era la respuesta a décadas de sumisión, pero sobe todo, era la respuesta de los aficionados del Olympique de Lyon al presidente del vecino enemigo, que subido en la cresta de una ola generada por veinte años de dominio absoluto en el hexágono declaró a Lyon, en lo referente a lo futbolístico, suburbio de St.Etienne. Pero las tornas giraron, ahora eran los leones los dominadores del campeonato, y los verdes, el pobre equipo condenado al ostracismo. A pesar de todo la ciudad sigue sintiéndose orgullosa de su pronunciado carácter burgués. Hasta no hace mucho la ausencia del balón en sus calles era palpable, nadie que la visitara podía jurar que entre sus avenidas residía un club de fútbol. Años después es inevitable sentir su presencia. Cuando no es un taxi es una peluquería, un bistró, o una botella de agua mineral con la marca OL estampada en su chasis quien te recuerda que estás en la casa del lyonnais. El club ya domina una urbe que repudió el fútbol durante un siglo por considerarla una práctica burda y poco intelectual.

Cuando Aulas irrumpió en la entidad allá por 1987 esta se encontraba hundida en la segunda división, por entonces el ASSE seguía siendo la única esperanza francesa para conquistar el viejo continente, hasta que llegó Bernard Tapie al Marsella y se compró una Copa de Europa. Probablemente el suyo sea el mayor ejemplo de crecimiento que ha experimentado un club en la historia del fútbol. En apenas dos décadas el Lyon pasó de ser un equipo de provincias, un Racing de Santander francés, a ganar siete títulos de liga consecutivos y solidificar una hegemonía futbolística que solo ha podido tumbar la llegada de los petrodólares. En una ocasión Aulas intentó explicar así las líneas maestras de su milagro: «Invertimos mejor que el Chelsea, Arsenal o Real Madrid. Tomamos decisiones estratégicas distintas. Nosotros no intentamos tener el mejor equipo posible sobre el papel. Intentamos tener el mejor equipo posible en lo relativo a nuestra inversión».

Y ahí reside su milagro. El del Lyon no es un relato de inyección desmesurada de capital, es una historia de eficiencia aplicada, en la que no se invierte un euro sin saber si ese euro será rentable. La mayoría de las veces los clubes no adquieren los jugadores adecuados para cubrir sus necesidades, a pesar de contar con grupos de ojeadores y técnicos suelen desoír sus recomendaciones por 'ser poco glamurosas' sin tener en cuenta que el jugador propuesto es realmente el que hace falta. Por ese ese principio 'del postureo' la mayoría despilfarra el dinero destinado a contrataciones. Solo los que lo invierten mejor consiguen mejorar sus prestaciones en el campo, aprovechándose de que 'los otros' han dilapidado millones en adquirir refuerzos que no resuelven ninguna carencia. La fórmula matemática establecida dice que la clasificación en la liga la marca el gasto en salarios. Cuanto más pagas a tus jugadores, mejor clasificación obtienes. Pero clubes como el Lyon – actualmente como el Borussia Dortmund – han descubierto una fórmula distinta.

Generalmente un nuevo director deportivo malgasta el dinero. Un recién llegado siempre intenta dejar su impronta, por lo tanto ficha a sus propios jugadores y lucha por deshacerse de los que contrató el anterior inquilino del puesto. Los clubes permiten que eso ocurra alegando que el nuevo acometerá reformas que durarán años, pero en realidad, la vida media de un director deportivo apenas llega a las tres temporadas. Aun sin ser plenamente conscientes de ello, muchos de los problemas del fútbol moderno son generados por los entornos. Cada día más carnívoros y menos pacientes. Presionando a las entidades hasta obligarlas a cometer errores de bulto. Es inimaginable que un club decida no inmiscuirse en el mercado de fichajes durante el verano. No hacerlo supone recibir una cantidad de críticas y generar una espiral de ansiedades que pocos presidentes están dispuestos a tolerar. Aunque realmente una entidad necesita acudir muy pocas veces al mercado lo siguen haciendo conscientes de estar gastando un dinero que acabará en la basura. Para muchos comprar un nombre famoso es como gritar a los cuatro vientos 'sí, somos un gran club y sabemos hacia donde vamos'. Lo cual puede llegar a ser tan divertido como ganar títulos, y por el camino, se venden periódicos y se evitan críticas.

Ya lo advirtió Peter Taylor, el fenómeno de las contrataciones que junto a Clough hizo campeón de Europa al Forest invirtiendo poco más de 2000 mil libras: «Un buen director deportivo debe saber ver los indicios de desintegración de un equipo ganador, y luego, vender a los jugadores responsables de ello antes de que los potenciales compradores se den cuenta de su decadencia». Algo muy parecido dice la filosofía Aulas: «Si compras jugadores por menos de lo que valen, ganarás más partidos. Entonces tendrás más dinero para comprar jugadores por menos de lo que valen». El Lyon ha experimentado el mayor crecimiento en la historia del viejo continente por alguna razón, y la razón fue manejar con eficiencia el mercado de traspasos.

La sabiduría de la mutlitud

Escribía Kuper que la teoría de la sabiduría de la multitud dice que si sumamos muchas opiniones distintas de un grupo dispar de personas es mucho más probable que lleguemos a la verdad de un hecho. Y sobre la sabiduría de la multitud se asienta la política de fichajes del Lyon. Cuyas decisiones no las toma nunca una única persona, sino un grupo de ellas, conformada por el propio Aulas, el director deportivo, el entrenador de turno y 6 técnicos más. Sólo la unanimidad en el voto determina la decisión a tomar. Por algo los rivales del Lyon se quejan amargamente de que sus fichajes más caros nunca acaban sentados en el banquillo, como sí les ocurre a ellos. El club asume que la figura del entrenador es una figura temporal, por eso la desposee de ese aura faraónica que suelen tener en la mayoría de equipos. Houllier abandonó la entidad en 2009 harto de que Aulas nunca satisficiera sus caprichos en forma de fichajes, y por esa razón el OL nunca ha necesitado de revoluciones para conformar una plantilla. Su estabilidad reside en la sabiduría de la multitud y no en un banquillo que vio pasar cuatro técnicos distintos en sus siete títulos de liga consecutivos.

Ficha jugadores de 20 a 22 años: El decálogo Aulas empieza así. La política del Lyon establece que la mejor edad para fichar a un jugador está entre los 20 y los 22 años. Las promesas menores de esa edad suelen desaparecer del mapa al poco tiempo. El mundo del fútbol está llenos de chavales prometedores que a los 22 años han acabado abandonando el deporte o andan perdidos en equipos de categorías regionales. Este primer punto ya supone una exclusión: Nunca fiches estrellas, te ahorrarás el sobrecoste que supone contratar un nombre. Está establecido en la idiosincrasia del fútbol que un crack es la respuesta a todos los males de un equipo, cuando generalmente, los jugadores con nombre suelen generar infinidad de problemas a los equipos alejados de la cima. Esa predilección por fichar sólo jugadores de entre 20-22 años hace que el Lyon solo invierta el 31% de su presupuesto en alimentar a su primera plantilla. Equipo de talento a un módico precio.

No fiches delanteros: Es la posición más sobrevalorada del mercado. Y una de las razones por las que los entrenadores del Lyon acaban abandonado la entidad, hartos de que no se atiendan sus peticiones para cubrir las carencias en la delantera. Con el paso de los años Aulas ha sido más flexible con dicha posición. Pasó de no gastar más de 3 millones en delanteros desconocidos a 'ser razonable con el gol'. Las únicas inversiones millonarias en los últimos tiempos las ha destinado en la contratación de un nueve.. y no ha tenido demasiado éxito. Así que Aulas vuelve a no querer fichar delanteros y vende los que tiene.

Ayuda a tus jugadores extranjeros: Uno de los puntos fijos en la política del Lyon es priorizar la contratación de futbolistas que hablen francés, independientemente de su nacionalidad. El cupo de extranjeros está limitado a una cantidad razonable, y para ellos, el club pone a disposición profesores de francés, a un encargado que se ocupa de ordenar sus gestiones con los bancos y la administración y todo tipo de facilidades para que se asienten en la ciudad. Hasta contrata un guía que se encargue de enseñarles Lyon, su historia y sus tradiciones. Si el chico se siente cómodo se adaptará rápidamente. Antes de decidirse por la contratación de un foráneo se estudia hasta el límite al futbolísta, una de las premisas establecidas podría titularse: 'no lo fiches sólo por su calidad, fíchalo también por su capacidad de adaptación.'

Vende cualquier jugador si te pagan más de lo que vale: El Lyon no se anda con sentimentalismos. En las cuentas anuales el club adjudica a cada futbolísta un determinado precio de traspaso, porque saben que tarde o temprano sus mejores jugadores llamarán la atención de algún comprador. Como el club piensa en venderlos tarde o temprano, los sustituye incluso antes de que se vayan. Evitando así un periodo de transición y una compra motivada por el pánico. Aulas siempre declara intransferible al jugador que pretende vender para subir el precio. Sólo transige en su marcha cuando la oferta supera la cantidad que esperaban ingresar por él.

Sustituye al jugador un año antes de un eventual traspaso: Cuando surge la posibilidad de fichar al sustituto antes de que alcance el 25% del precio del jugador traspasado, se ficha. Con su llegada con un año de antelación se gana un tiempo preciado de adaptación alejado de la presión y la exigencia de hacer olvidar al que se marcha, y lo haces ahorrándote una importante cantidad de dinero al no estar esperándote el club vendedor, sabedor de que acabas de ingresar una importante suma.

La política lyonnais ha permitido un crecimiento exponencial de la institución, marcando tal tendencia en Francia que el 'modelo Aulas' ha acabado por imponerse en la mayoría de entidades. El caso Lyon, como el caso Oakland Athletics, como lo será el caso Dortmund, no reside en la magia ni en la suerte, son modelos basados en la eficiencia y la profesionalización que se aprovechan de un entorno deficiente y poco profesional. Cuando el 'moneyball' se instauró en la MLB los Athletics volvieron a su discreción habitual. El Lyon ha perdido la superioridad aplastante en su propio campeonato, y pronto le pasará al Dortmund cuando su ingenioso modelo empiece a ser copiado en la Bundesliga. Los beneficios de esa 'ventaja comparativa' han servido para construir empresas solventes, multiplicando por cuatro sus ingresos y obteniendo resultados deportivos excepcionales para ponerle al gigante unos pies de plomo.

5 de nov. 2013

Se vende naming

Perpetrado el último pelotazo urbanístico, el Real Madrid busca zafarse del control del Financial Fair Play (FFP) y anda buscando comprador para dotar al Bernabéu de un suculento apellido comercial que le permita reforzar su enaipado castillo financiero. Como es habitual en Florentino Pérez la exageración y la hipérbole salieron al trote para cifrar en 50 millones anuales la cantidad exigida para compartir el nombre del estadio madridista. El primer gancho que lanzó – y se lo compraron muchos medios – fue insinuar que Emirates sería la elegida. La realidad consiguió estropear la tarta de cumpleaños cuando el club blanco vio como la aerolínea se llevaba las manos a la cabeza y abandonaba la reunión para cerrar su último acuerdo estratégico en otra parte, renovando por el camino su compromiso con el Arsenal. Ahora, el mandatario pone en la palestra a la automovilística Audi como 'posible' socio.

Como ocurrió con los aviones, los coches, inmiscuidos en su ambicioso proyecto deportivo en Ingolstadt, programaron el GPS hacia rutas lejanas. Además de unas cantidades exageradas – difíciles de conseguir incluso sumando un acuerdo que incluya las camisetas – el mayor handicap de Florentino es poseer un estadio viejo, con un nombre demasiado arraigado, que ya forma parte de la cultura propia del fútbol. Algunas voces tasan el valor del Bernabéu – completo, sin apellidos – entre 10-12 millones, aunque para muchos expertos sigue pareciendo una cantidad demasiado elevada teniendo en cuenta que el mayor contrato hasta la fecha pertenece a Allianz con sus 6,5 millones de euros anuales. Un estadio de obra nueva, que acoge eventos más allá del fútbol y con mayor repercusión mediática que el madridista. Incluso Etihad, incluyendo las camisetas del Manchester City, no sobrepasa los 9,5 millones anuales en su acuerdo comercial.

En territorios como la Bundesliga, donde el 84% de las empresas que dan nombre a los arenas están situadas en la región que da sede al club, apenas tres recintos han evitado estampar el logo de una marca en sus fachadas: Weser Stadion de Bremen, Olímpico de Berlín y el Borussia Park de Mönchengladbach. El valor medio del naming en la competición teutona ronda los 2,5 millones anuales, y en la Premier League representa 2,7 millones. En la LFP, tras la cancelación del contrato con Reino de Navarra y el descenso del Mallorca, no hay ningún estadio con naming comercial, existiendo casos como el del Espanyol, atrapado desde 2009 en una venta imposible para su nuevo estadio. La cantidad demandada para Cornellà-El Prat, también exagerada, es de 6 millones anuales. A pesar de su buena ubicación estratégica, el reducido mercado del fútbol español y la opacidad mediática del equipo perico hacen inviable llegar a ningún acuerdo. Según el propio club, los únicos intereses mostrados hasta la fecha nunca pasaron del millón de euros anual, muy alejado de lo pretendido. Ni siquiera hacer trampas ya es posible. La consultora Repucom – antigua Sport+Markt – asesora a la UEFA para calcular 'el valor razonable' de un patrocinio y evitar así que las entidades puedan sortear el FFP gracias a acuerdos fuera de mercado con empresas afines o vinculadas a sus propietarios.

Ese impedimento está llevando a muchos clubes a abrazar la imaginación. Instituciones como el Man.Utd no sólo han vendido el naming de su ciudad deportiva a AON, sino que también alcanzó un acuerdo para patrocinar su ropa de entrenamiento. En el floreciente lander de Merkel la instalación de paneles solares en las cubiertas de los estadios está dejando contratos que incluso superan a los que dan nombre a los arenas.

¿Qué influye en una buena venta del naming?

Tras el patrocinador principal, que aporta el mayor ingreso publicitario en las arcas de un club estampando su marca en el pecho de los jugadores, la venta del naming del estadio suele ser la segunda partida comercial más importante. Muchos consiguieron finalizar las obras de sus arenas con la venta anticipada de este concepto. El Arsenal desbloqueó la construcción de su nuevo estadio gracias a los 125 millones que desembolsó Emirates. El Schalke financió la mitad del estadio gracias a Velltins y más recientemente el Palmeiras o el Niza han financiado sus recintos gracias a las aportaciones de Allianz, que se ha hecho con los derechos del nombre de los estadios para los próximos 15 años, al igual que el Besiktas, que tras su acuerdo de 107 millones de euros con Vodafone podrá tener un nuevo y moderno estadio en 2015.

Volumen de exposición: Un aspecto a tener en cuenta es el aforo del estadio. Cuanta más gente acuda al recinto más elevado es el valor de su naming. También tiene una importancia mayúscula la arquitectura y espectacularidad del recinto. Un arena singular, diferente, que sea atractivo y tenga potencial para llamar la atención a la hora de rodar anuncios – aquí tenemos el ejemplo de la Ciudad de las Ciencias – eleva en muchos millones la tasación del mismo. Otro de los pilares fundamentales los aporta el club y su estatus. Una entidad que luche en la élite y compita en la máxima competición continental aporta a su estadio un valor añadido a la hora de rentabilizar la venta comercial de su nombre gracias a una mayor exposición mediática.

La situación geopolítica: El estado de la economía local tiene un peso fundamental a la hora de buscar una tasación. ¿Cuántos empresarios en la zona pueden invitar a sus socios al estadio? El buen estado de dichas empresas invita al uso del recinto para albergar reuniones o almuerzos de trabajo, exposiciones, presentaciones y conferencias, así como poder acudir a los palcos los días de partido con sus clientes. La capacidad para albergar todo tipo de actos más allá del fútbol es un factor a tener en cuenta. Por eso un estadio en una ciudad o región con infraestructura para albergar conciertos o eventos ayuda a elevar el valor del naming.

Ser un estadio nuevo: Aunque parezca una obviedad, en el fondo no lo es tanto. Vender el naming de un estadio viejo resulta altamente complicado. Las marcas se enfrentan a una lucha histórica con nombres asentados en el imaginario colectivo y pueden vivir una crisis de reputación si los fans reaccionan violentamente contra la usurpación del nombre tradicional. Bautizar un estadio de nueva construcción tiene un impacto de dimensiones muy superiores. Ya desde el mismo inicio de las obras el nombre comercial se asocia al recinto, generando una huella mental que consigue fidelizar la marca con el club y sus aficionados. En un campo de nueva planta la esponsorización de gradas aporta un valor añadido, así como el número de palcos VIP que la propia marca – u operador – pueda usar para beneficio propio y otra serie de acciones comunicativas que serian imposibles en un estadio estándar.

Aunque en regiones donde dicha práctica está más asentada empiezan a experimentarse nuevos problemas. Uno de los riesgos de ligar un nombre comercial a un estadio desde su mismo alumbramiento es toparse con un efecto similar al de un estadio clásico con su nombre histórico cuando finaliza el contrato y no se renueva. Buscar un nuevo naming en esas circunstancias devalúa su valor por tener que luchar contra algo más de una década dominada por otra empresa. Gracias a las múltiples posibilidades de explotación de un estadio de esas dimensiones se consigue mitigar esa posible devaluación con otros conceptos.

Por eso hoy en día la venta del naming está quedando relegada a un segundo plano. Más allá de las placas solares en las cubiertas que generan suculentos contratos, empiezan a aflorar los socios tecnológicos. La explotación 2.0 de esos recintos a través de redes 4G, aplicaciones móviles y experiencias de todo tipo que el aficionado puede vivir a través de sus smartphones son una realidad. Empresas como CISCO han desembolsado contratos que se oscilan entre el millón y el millón y medio de euros a entidades como el Leverkusen o el Celtic por convertir sus estadios en recintos inteligentes. Dotar de nombre comercial a las ciudades deportivas es otra práctica común para abrir nuevas vías de financiación. El proyecto más ambicioso es del Gazprom y el Schalke, que financiará su nueva ciudad deportiva gracias a la gasística rusa y su aportación dineraria. Más modesta, pero no menos espectacular, será la nueva academia del Hamburgo, financiada por aportaciones individuales de los socios y rematada con la venta del naming.
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